Ensayo ...
- ¡Adela, deja de poner cara de boba de una vez!
Pero Adela no parece escuchar. Permanece inmóvil frente al viejo espejo que decora el aparador del salón. A pesar del óxido, el reflejo le devuelve una cara iluminada por una amplia sonrisa que nace en la mirada y muestra, en su boca, una hilera de dientes pequeños. Fuerza el gesto hasta sentir un ligero dolor en las mandíbulas. Entonces cambia de expresión. Prueba a juntar los labios formando con ellos una especie de corazón. Lanza besos al aire y vuelve a sonreír. Con las manos se retoca el pelo, pellizca sus mejillas como una vez vio hacer a su abuela. Se pone de puntillas y empieza de nuevo con el juego de muecas lanzadas al espejo.
Desde el fondo de la sala su madre observa sus movimientos mientras un rosario pasea por sus manos. De negro riguroso y con el pelo cano oculto por un pañuelo, Bernarda reza con una monotonía espesa y sofocante. Hace calor en la calle y bochorno dentro de la casa. Las ventanas permanecen cerradas y las pesadas cortinas hacen de filtro a los rayos del sol, que hace meses no saben lo que es pasear dentro de esos tabiques de piedra gris.
No se escucha ningún sonido. Tan solo el runrún del rezar de Bernarda. El tiempo parece detenido y las agujas del reloj pesan. La mugre, la oscuridad y el silencio detienen cualquier intento de avance.
Adela no se ha movido del espejo.
- ¿Se puede saber que haces tanto tiempo ahí plantada poniendo caras? - pregunta la madre sin dejar de manosear el rosario.
- Ensayo para cuando sea feliz.
Desde el fondo de la sala su madre observa sus movimientos mientras un rosario pasea por sus manos. De negro riguroso y con el pelo cano oculto por un pañuelo, Bernarda reza con una monotonía espesa y sofocante. Hace calor en la calle y bochorno dentro de la casa. Las ventanas permanecen cerradas y las pesadas cortinas hacen de filtro a los rayos del sol, que hace meses no saben lo que es pasear dentro de esos tabiques de piedra gris.
No se escucha ningún sonido. Tan solo el runrún del rezar de Bernarda. El tiempo parece detenido y las agujas del reloj pesan. La mugre, la oscuridad y el silencio detienen cualquier intento de avance.
Adela no se ha movido del espejo.
- ¿Se puede saber que haces tanto tiempo ahí plantada poniendo caras? - pregunta la madre sin dejar de manosear el rosario.
- Ensayo para cuando sea feliz.
(... ...)
¡Pobre Adela, espero que deje de mirar al espejo y sonría de verdad! Me encanta, me encantas! muackkk!!!
ResponderEliminarSonreirá ... es cuestión de tiempo. Y tú a mí amiga.
EliminarLorcamente mordaz.
ResponderEliminarGracias !!! Qué buena expresión.
Eliminar