Las patas de gallo de Alicia
Me da vértigo echar la vista atrás y calcular el tiempo transcurrido desde aquel primer relato escrito tras la cristalera de una cafetería que sonaba a jazz. Puedo recordar cada mínimo detalle. La camarera distraída, el olor a café, las fotografía descoloridas adornando unas paredes gastadas y apenas iluminadas. Y la lluvia. Llovía y mi mirada saltaba de charco en charco. Entonces sí que se puede decir que era una cría. Y no por la edad, que ya disimulaba las canas con tintes y mis primeras patas de gallo acompañaban cada sonrisa. Lo era de corazón. Ingenua, confiada, ajena a todo el dolor que viviría después. Ni siquiera vivir al otro lado del espejo me ayudó. A lo mejor era una huída y sólo ahora me doy cuenta.
Han sonado cientos de canciones nuevas, he saltado muchos charcos y he tomado demasiados cafés desde entonces. Guardo ese escrito con cariño, al fin y al cabo es parte de mí. Y si cierro los ojos te podría ver entrar de nuevo en aquel bar. Pero ahora prefiero andar con los ojos bien abiertos. Regresé a este lado de la vida y sólo en ocasiones me permito perseguir al conejo blanco y comerme una seta que me distorsione la realidad.
"La vida es un aprendizaje continuo", lo dicen los libros de auto ayuda y las amigas que te quieren. "Todo, hasta lo más complicado, lleva inscrito un lado positivo", te dices a ti misma mirándote en el espejo cada mañana.
Y entonces, cuando descubres nuevas patas de gallo en el espejo piensas, "ahora, sonrío más"
(... ...)
Carmen, qué delicia es visitarte... pasear por tus puntos suspensivos es todo un placer, de verdad que llegas al alma... Tus imágenes, tus palabras y esta música...love, love love...
ResponderEliminarGracias por tu visita y por tus palabras. Para mí, tenerte por aquí, es un placer enorme. Me alegra que te llegue ... es el mejor "premio"
Eliminar